29 octubre 2020

TIRANIA SOBRE FONDO DE APARIENCIA DEMOCRATICA

El congreso ha aprobado hoy la solicitud de "estado de alarma" de seis meses solicitada por el PSOE a instancias del gobierno Sánchez.

El PSOE ha obtenido una mayoría de 194 votos a favor  (PSOE, Podemos, PNV y resto de los socios de la investidura, uniéndose CS y PRC), se han abstenido PP, Navarra Suma y Bildu y han votado en contra Vox y Foro Asturias.

La conveniencia y oportunidad de este denominado "estado de alarma" es sumamente cuestionable desde diversos puntos de vista pero no es el asunto esencial al que quiero referirme en estas líneas ya que, a mi juicio, lo verdaderamente grave y escandaloso de todo este proceso es la facilidad pasmosa con la que el gobierno Sánchez está siendo capaz de imponer sus medidas tiránicas ante la indiferencia ciudadana y la colaboración de los teóricos representantes del pueblo salvo la honrosa excepción de Vox y en este último caso de Foro Asturias.

Otorgar a un ejecutivo un poder como el derivado del estado de alarma por un periodo de seis meses sin ninguna garantía verdadera de que vaya a someterse al control parlamentario es mucho más que una descabellada concesión. 

Desde su alumbramiento, el gobierno Sánchez ha dejado bien clara su tendencia a derivar hacia una tiranía travestida de acción popular, todo por el pueblo y para el pueblo, pero todo lo que yo considere, ordene y mande en función de mis prioridades ideológicas y tácticas.

El gobierno Sánchez está actuando por voluntad de poder. Es una acción dominada por la voluntad de mandar, siempre y a costa de quien o lo que sea. No hay límites. La ley es un límite teórico pero se buscan formas de sortearla o aplicarla torcidamente. El teórico control parlamentario no existe ya que sus pactos con unos y las debilidades de otros les permiten pasar por bueno lo que en cualquier circunstancia normal resultaría inasumible. El poder judicial es menos poder que nunca y los medios de comunicación largo tiempo atrás fueron reclutados para la causa radical y en su inmensa mayoría no hacen sino jalear y aplaudir este obsceno espectáculo de ejercicio de poder.

Con pandemia o sin ella tener a una nación sometida durante seis meses al solo arbitrio de la voluntad del gobernante equivale a una tiranía maquillada por la legitimidad parlamentaria. Consigo los apoyos ergo hago lo que me parece oportuno sin el menor atisbo de sonrojo. 

El pueblo sumido en la desesperanza, la incertidumbre y el dolor ha quedado a merced de un aparato de partidos enrocados en la voluntad de mandar y preservar sus infinitos privilegios. La herramienta ha sido el equilibrio entre el ejecutivo y las  familias políticas que controlan las comunidades autónomas que quedan como responsables de cualquier problema a cambio de poder, ellas también, ejercer su pequeña -o grande- parcela de poder.

No hay reacción. Por ley no puede haberla ya que nadie puede moverse de su pueblo, ni tan siquiera reunirse para clamar, reclamar o airear su descontento.

Acechados por el miedo cerval al virus mortífero y sumidos en el estupor de su encierro, millones de españoles asisten atónitos al advenimiento real de una tiranía que se venía gestando frente a sus ojos sin mayor oposición que la de algunos grupos acallados por el incesante ruido de las terminales engrasadas y controladas por el poder.

Muchas opiniones sostienen que la pandemia está siendo terreno fértil para ensayos de control de masas. Podemos aseverar que en el caso español el ensayo está siendo un éxito y la escasa reacción popular está dando alas a los sanadores de almas y aprendices de brujo para ensayar nuevas formas de sometimiento que permitan ir moldeando la sociedad en función de sus prioridades y deseos.

La pandemia es la gran excusa pero no es la causa esencial que explica las medidas de control. La preferencia por soluciones que recortan las libertades públicas no se deriva de la ausencia de alternativas sino que es expresión evidente de las tendencias que definen el espíritu totalitario de quienes ostentan el poder.

En la medida en que la opinión pública no despierte y se de cuenta del juego en el que están siendo empleados como marionetas y paganos, los detentadores del poder continuarán ejerciéndolo. Ellos si tienen una voluntad clara de mandar y la intención de hacer lo necesario para tratar de imponer su criterio hasta acomodar la realidad a sus esquemas utópicos. 

Dado que la utopía nunca pueda imponerse a la realidad ordenada por la naturaleza de las cosas, se producirán aún mayores distorsiones y sufrimientos. La agraz cosecha no servirá para alimentar ni el cuerpo ni el espíritu de una nación vencida y una sociedad sometida que será la deudora de los efectos nocivos que los tiranos utópicos generen con sus políticas de iluminados.

Como bien dejó escrito Rudolf von Jhering, "tanto el derecho de un pueblo como el de un individuo depende de que estemos dispuestos a defenderlo."

Cuanto más tarde la gente en despertar de su estupor y liberarse de las garras de lo cotidiano más difícil resultara levantarse frente a la tiranía que nos está siendo impuesta y mayor daño se producirá al entramado social que se proyecta en la Historia bajo el otrora glorioso nombre de España.

Sanglier.
29/10/20. 

El odio y Galapagar.

Inauguremos esta bitácora destinada al desahogo político y social odiando un poco: nosotros no llamamos marqueses de Galapagar a los marqueses de Galapagar porque nos parece que, pese a como están los tiempos, los títulos nobiliarios siguen siendo algo importante y digno, recuerdo de tiempos pasados, que deben conocerse y en una mayoría de casos respetarse. Asociar un título nobiliario con la parejita de Galapagar es ensuciar aquello que merece seguir limpio, conectar dos mundos que nada tienen que ver entre sí, nada. En definitiva, llamar marqueses de Galapagar a los marqueses de Galapagar no es más que una atrocidad que debe evitarse.

Así lo proclama, El Gran Zuavo, odiador. 

***